lunes, 12 de enero de 2009

La bailarina: antecedentes y contagios


Es uno de los primeros recuerdos, en ese entonces tenía yo poca conciencia de la vida y mucho menos del futuro, pero cuando a los adultos de mi casa se les ocurrió preguntarme qué me gustaría ser de grande, lo primero que dije fue: bailarina. Y no, no estudiaba ballet ni solía bailar, creo que sólo me parecía hermoso eso de dar vueltas y vueltas al compás de la música.


Recuerdo bien el proceso de aprender a bailar. En una fiesta de fin de año con mi familia, tendría yo más o menos ocho años y lo intentaba con toda mi alma, aunque mi madre me señaló que abría yo mucho los pies. Más tarde, en el cuarto amplio de mi casa del rancho, mi madre y las tres hermanas solíamos bailar en las tardes. Ella nos enseñó a bailar en pareja, y ¿Quién creen que era la más entusiasta? Cuando mi mamá dio por terminada su tarea, mi hermanita Ceci y yo seguimos bailando, nos encantaba, inventábamos danzas extrañas, y como ella era más pequeña y flaquita que yo, era mi pobre víctima cuando salía lanzada por los aires al girar demasiado rápido.

Fuera de eso no tomé clases de ningún tipo de danza. En mi primera juventud asistí a las fiestas y bailes en compañía de mis hermanos y amigos y creo que nunca me he divertido tanto como entonces. Y aunque jamás olvidé que cuando era muy niña dije que al ser grande quería ser bailarina, también estaba conciente que era un sueño muy lejos de mi alcance. Además, ya me inclinaba yo más por las letras y la docencia, pero cuando en alguna fiesta volvía yo a sentir ese vértigo extásico de bailar, me preguntaba cómo es posible que pudiera ser feliz cuando dejaba pasar tantos días sin hacerlo.


Y ahora, con el tango estoy haciendo mi sueño realidad. Y algo muy bello de todo esto es que ahora quien está entusiasmada con bailar es la hijita de dos años de mi hermana Ceci. Cuando le digo: ¿bailamos Maricarmen? Me contesta con una enorme sonrisa: ¡Tango! Y quiere que dancemos en todo tiempo y lugar, ¡ya hace boleos y contraboleos! Y cuando hechas una sonrisa con patas, bailamos por toda la casa, me hace muy feliz recordar aquellos tiempos en que su madre y yo disfrutamos tanto con nuestros locos bailes.