domingo, 9 de noviembre de 2008

Alzando la voz por la poesía


Ayer se inauguró el “foro semanal para la celebración de la palabra, el goce de la poesía” es decir, la lectura de poemas a micrófono abierto en Chocolate Café. Yo estaba más que entusiasmada con la idea…de todos es sabido que soy adicta a las galletas, los abrazos y los poemas, así que contaba las horas para este evento. Llegué con mi puntual inconveniencia de siempre, y saludé muy contenta a Fernando de la Cruz, a quien hace más de cinco años no veía. Mientras esperábamos que llegara los primeros asistentes me fui poniendo más y más nerviosa, pero una “nerviosidad” bonita, expectante, como la de las primeras citas.

El lugar muy a propósito, al aire libre, rodeados de paredes de piedra y plantas acogedoras, justo a la hora de la tarde en que ésta pierde su transparencia y la poca luz artificial empieza a cobrar protagonismo. Unas cuantas mesas redondas y el atril muy a la mano. En la mesa donde compartía mi nerviosismo con el anfritrión, llegó al poco otro Fernando, el autor de Y sintió mi Alma tu Desdén. Gracias a su amena plática pudimos relajarnos un poco e iniciar la lectura de poesía con una introducción a cargo del organizador del evento (Fernando de la Cruz, ¿ya lo había dicho?) en donde se recalcó la dinámica del mismo: “…todo quien lo desee puede asistir cada sábado de cinco a siete a leer sus poemas propios o ajenos. Todos los grupos literarios son bienvenidos. Los lectores deben irse apuntando en la bitácora de lecturas y se respetará ese orden. Se vale aplaudirle a cada lector, apapacharlo, invitarlo al cine, pero no criticar su obra….los lectores regulares tendrán oportunidad de publicar su obra en una antología una vez que se haya reunido material suficiente”.

Después de estas palabras de bienvenida, pudimos disfrutar de un fragmento de Muerte sin fin, que escuché mientras admiraba la transparencia del vaso de agua que había ordenado Fernando Muñoz. Para entonces, aunque parezca imposible, mi sonrisa había crecido un poco más…y así me llegó el turno de leer, me puse de pie y me sentí muy cómoda frente a los asistentes, aunque no menos nerviosa. Saludé, platiqué un poquito sobre los poemas que leería, y me dispuse a leer a Luzmaría Jiménez, su hermoso poema Para Contar Cualquier Historia, cuyas frases por poco me hacen llorar una vez más:

Para contar cualquier historia vieja. Para que el tiempo
reconozca que sangre, o grito, o verso es vida.
Para decir tu nombre
y no caer en un proyecto de monotonía.
Para que las flores de Baudelaire encuentren
esa capacidad de asombro
y abrir al hombre una memoria compartida.
Para que las palabras que evitan desangrarse
pierdan esa solemnidad de pompas de jabón.
Para que este dolor de piedra y ala
que se alza desde el pecho hasta la luna
encuentre la cicatriz precisa.
Para que este miedo con percusión oscura
de campanas se seque al sol.
Para que esto y aquello no se nos vuelva añicos,
debemos usar algo la locura.

Detesto a las abejas desde niña
porque jamás poseerán los mares.

Pues porque necesito un poco de esta locura que se traduce en palabras pronunciadas en voz alta, y porque disfrutar de la poesía en comunidad es una actividad tan gozosa y estimulante que no puedo dejar ya de hacerlo, planeo regresar al Chocolate Café el sábado que entra. Se me ocurren mil poemas por leer, por supuesto, algunos míos. No me van a alcanzar los sábados para hacerlo. Ojalá que cada vez podamos compartir más.

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