jueves, 23 de octubre de 2008

Alabanza sensual doméstica, incluyente, a tí, a mí , a todas



Mujer, es que en las mañanas de todos los días
las sábanas celosas se pegan a tu cuerpo

para no dejarte ir entre las prisas.
Y sujetan tus caderas que irán a acariciar telas distintas

y lamenta tu cuarto, tu viaje de leyenda a la cocina.

Y allá, mujer, entre los trastos

y los alimentos nobles que son ya tú, ya tu familia,

un canto de alabanza te circunda
y nutre tu carne palpitante,
y pinta
un nuevo sol tu nueva risa.
Y el agua que espera la mañana

para tocarte nuevamente,
es la llovizna
de las bendiciones sensuales
que la vida
te ofrenda porque te ama,
así de humana,
de doméstica y distinta.

Y ya sea que coronada y con un portafolio te despidas.

O te quedes en la casa, con la ropa cómoda

y los quehaceres a la vista,

Es que mujer, no sólo en la mañana

recuérdalo en dos horas, piensa en ello
al mediodía:
Alguien te quiere más que tú, pero mejor sería
que quien más te quisiera seas tu misma.

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