¡Mi sobrinito de dos años y mi hermana bajaban por las escaleras del súper! No sé ustedes, pero a mí, encontrarme con alguien de mi familia en la calle (o súper) se me hace un acontecimiento de lo más afortunado, aunque no pasen dos días sin que nos veamos en nuestras casas. Así que en esta ocasión pagué a toda prisa en la caja, y salí corriendo a su encuentro. A José, mi sobrino, no le pareció extraña mi presencia, y antes de decirme Hola tía, me señaló algo que sí lo estaba impactando: ¡Dora
Esto es lo que pasa cuando no veo la frontera entre la ficción y la realidad, y me alegra que así sea desde siempre. Además, estos acontecimientos tienen su extra de interés para mí. Luego luego comienzo a pensar en lo padre que sería contar lo que me pasó, tal como estoy haciendo ahora. Y entonces cuento mis famosas anécdotas. Durante los años que fui maestra de la materia de Lectura y Redacción en una preparatoria, solía embobar a mis alumnos con la narración de mis aventuras. Tiene razón Lisa Lipkim cuando afirma que “si existe un hilo universa que nos una a todos, sin excepción, es la necesidad de cuentos, y no sólo como entretenimiento o diversión, sino como una fuerza vital esencial”
Era sorprendente mirar el gozo en los ojos de esos inquietos y tecnologizados muchachos, cuando les contaba la historia del rapto de mi pollito Nico en aquellos días de mi infancia en Veracruz, o constatar lo mucho que les entretenía que les contara el enfrentamiento de mi gata Belílula con la zarigüeya que invadió nuestra cocina. Sí, las historias y los cuentos siguen fascinando en estos tiempos del Internet, y continúan captando la atención a pesar del hecho de la educación visual y la rapidez de los medios. No hay nada más poderoso que la imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario